"Surra I, la reina. "
Ayer, como tenemos por costumbre, paseábamos a Surra, nuestra perra, por el parque de la Isla. A ella le gusta este paseo porque, primero, los dos, Jennifer y yo, la acompañamos, y segundo, porque es el momento de ser libre: puede correr, pararse a husmear, a veces revolcarse, en fin, hacer lo que quiera.
Pero ayer ocurrió algo que marcará estos paseos en el futuro.
Cuando volvíamos, mientras yo y mi esposa hablábamos de lo humano y lo divino, de pronto vimos cómo de no se sabe dónde, un perro enorme, negro y a zancadas de caballo, salió en persecución de Surra. La pobre perra, que no pesa más de siete kilos, al verlo venir escapó delante, y en vez de venirse hacia nosotros se dirigió hacia nuestra casa.
Nuestra casa está a unos 300 metros de donde nosotros nos encontrábamos. Para llegar a ella la perra tenía que atravesar una carretera por donde pasan coches, a veces a una velocidad prohibida. El dueño del enorme perro negro lo llamaba a voces, pero éste ni caso: su presa escapaba de él. En su huida oí los quejidos de Surra y temí lo peor. "Me la va a destrozar", decía yo. "No le puede hacer nada porque tiene bozal", decía el dueño del perrazo. Surra y el perro negro embalados llegaron hasta la carretera y yo los perdí de vista. Oí a unos vecinos que desde el lado de la carretera intentaban detenerlos sin éxito.
Por fin oí que habían llegado delante de la casa. Al menos se habían librado de la carretera. Cuando yo llegué, ya estaba allí el dueño sujetando al perro negro enfurecido. Había manchas de sangre en el suelo. Yo temía lo peor. Cogí a Surra en brazos y mi primera reacción fue mirarle patas y cuello por si tenía alguna herida. Ella, gracias a Dios, no tenía nada. Su corazón palpitaba a 100 por hora. El perro negro sangraba por una pata que dejaba marcas en el suelo. Le aconsejé al dueño que lo llevase al veterinario.
Nosotros subimos con Surra en brazos a casa. Ella se fue directa a beber agua y se echó en la alfombra. Poco a poco empezó a acurrucarse junto a nosotros. Todo volvía a ser como antes.
Por supuesto nada volverá a ser como era antes.
Eso sí es la verdad. No se trata de una edición de noticias, de corta y pega de la realidad para crear una realidad que no es ya la realidad. El miedo que pasamos con Surra eso sí es realidad.
Como es realidad el dolor de los padres de la niña de 13 años desaparecida y encontrada muerta este fin de semana.
Quid est veritas? Ficción, realidad. La vida sí sabe distinguir y nosotros también.
Pero ya nada será como antes.
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