sábado, 11 de septiembre de 2010

Una Gioconda en Truchas

De humilde origen, de portada de un calendario de pared, la “Joven huertana” se ha convertido en la “obra de arte” de la casa del pueblo. Y, aunque relegada a un lugar humilde, al final del corto pasillo entre el servicio y la despensa, ejerce con sus ojos fijos una atracción inevitable a quien la mira, y vigila de modo permanente y hasta indiscreto a los habitantes de la casa.

Enmarcada en un cuadro, sus cuatro listones, trabajados por manos inexpertas, repiten un motivo geométrico que casa poco con el tema amable de la imagen.

El cuadro representa a una joven en la flor de la vida. De cabellos y ojos negros, ejemplo tópico y típico de mujer castiza, su rostro de rasgos sensuales muestra una expresión tímida y como incómoda por el papel que desempeña. Sentada frente a un paisaje de costa brava, bajo un cielo inquieto, semeja una Gioconda campesina. En su regazo descansa una cesta con frutos maduros que hablan de la fecundidad de una naturaleza salvaje y, como nueva Eva, su mano derecha nos ofrece, tentadora pero sin convicción, la manzana.

Lo mágico del arte es que hace que un instante perviva para siempre, mientras todo a su alrededor envejece o muere. Al final la joven tímida ve pasar uno tras otro los años, esperando al incauto que caiga atrapado en su trampa de falsa juventud eterna.

Pobre ingenua, quédate ahí mirando a este ordinario mundo desde esa humilde pero segura atalaya.

Nosotros, ordinarios humanos, seguiremos, al verte, soñando juventudes pasadas y paisajes idílicos, intentando, ingenuos, retrasar el paso inexorable del tiempo.

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