lunes, 2 de agosto de 2010

Hi!


Cuando tus dudas sobre la sensatez humana han llenado casi la copa de tu capacidad de asombro y apenas te resistes a abandonar toda esperanza en el hombre, de pronto, como el relámpago que rasga la noche e ilumina el camino, se presenta la maravilla, y tras el telón del desencanto aparece de nuevo radiante la sonrisa, esa sonrisa que no puede explicarse por medios naturales.

Ayer, mientras, disfrutando del sol tropical y rodeado de palmeras, me bañaba solo en la piscina comunitaria del bloque de apartamentos donde vive mi suegra en Florida, se abrió la verja metálica que la rodea, y apareció, de la mano de su madre, una niña de apenas dos años diciendo atrevida: Hi; seguramente una de las pocas palabras que ya ha aprendido de, a juzgar por las apariencias, sus bien educados padres. El saludo se repitió varias veces y siempre acompañado de una amplia sonrisa de oreja a oreja. La niña vestía un bañador de color rosa pálido de dos piezas, un sombrero de tela y unas enormes gafas de sol. Por si su primera actitud no te había cautivado, su apariencia ya te predisponía plenamente a su favor.

Hoy, casi a la misma hora, ha vuelto a la piscina y como traía de la mano a su padre no saludó, seguramente porque no quería compartir con nadie su trofeo. Mientras yo intentaba continuar con la lectura apasionante de “The Woman in White”, no podía sustraerme a escuchar la alegría de la niña en el agua. En uno de los momentos miré y vi a la niña sentada en las escaleras de acceso al agua y a su padre que, a su lado y jugando con ella, se sumergía y permanecía un tiempo bajo el agua. Ella, preocupada por la tardanza en salir del padre, agarraba su cabeza y la intentaba sacar al aire. Cuando por fin su padre surgía del agua su grito: iiairriiis (Here he is) resumía la alegría de ver de nuevo al objeto de su pasión y exclusiva propiedad. La escena se repetía una y otra vez y yo no podía sino sonreír. También me hacia feliz el ver que el cuidado y la atención de sus padres jóvenes no les impedía gozar del placer de la alegría de su hija.

Para mí la escena que presenciaba era la demostración de que tiene que existir algo que explique tanta belleza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario