Hace unos días entregué una amonestación a A., un chico de mi grupo, sanote, de trece años, cuyos padres se preocupan como deben por la buena educación de su hijo. Es un chico bajito y fuerte. Yo suelo llamarle A. el Magno. Este año se ha puesto gafas que le dan una pinta de estudioso.
La amonestación se la había puesto una profesora de guardia porque más o menos textualmente "A. se había enzarzado en una discusión con R. y se habían gritado e insultado delante de toda la clase." Aunque me he resistido dos o tres semanas, al final, como tutor no me queda otro remedio, y debo hacer llegar a sus padres la falta.
Hoy le pregunté qué había pasado. "Me han castigado" --respondió. "Pobre hombre, y ¿cómo? ¿no te dejan salir?" "Sí salir sí, pero me han quitado la paga, y si quiero ir a la fiesta tengo que utilizar el dinero de mi hucha" "Ja, ja" --rompí en carcajadas. Me hizo gracia lo de la hucha. No imaginaba que estos chicos de hoy tuviesen hucha. Debe ser una excepción.
C. es otro alumno. Sus padres trabajan los dos y él no tiene supervisión en casa. Hoy venía vestido con una cazadora de imitación de piel, unos piratas de cuadros blancos y negros caídos, que dejaban ver unos calzones grises, y unos tennis imitando botas de fútbol. El pelo lo lleva normalmente en forma de cresta, engominado o cubierto con una gorra de béisbol. Últimamente se junta con los rockabilis del curso. Está en una permanente transformación diaria. Ayer venía a clase con una bufanda de esas de cuello en un día que hacía más de 25 grados de temperatura.
A él le entregué dos amonestaciones de una misma profesora. La causa: "no trae el material y se pasa la clase molestando". Es inteligente y si quiere puede. Cuando terminó el trabajo del día me recordó, mientras me lo mostraba satisfecho: "Profe este año voy a aprobar" "C., recuerda que tienes pendiente las Sociales de Primero" "Uy, profe, vamos, anda dámelo por aprobado". "Venga, venga, estudia" --le contesto defensivo.
Al poco lo veo de pie junto a S. una alumna simpática como ninguna, aunque de pocas luces, a pesar de que estudia --por supuesto según ella. Últimamente observo que C. quiere ayudar a S. a hacer los deberes, pero creo que hay un cierto flirteo. Ella se deja querer. Él comienza a empujarla, ella le responde. Siguen así unos minutos. A veces se golpean sin hacerse daño. Parecen perros jugando un poco fuerte. Le llamo y le digo en privado "C., cálmate, que estamos en otoño. ¡Qué harás cuando llegue la primavera!" Él se ríe un poco avergonzado como si hubiese descubierto su secreto.
No es extraño que con tanta hormona en circulación, a los alumnos y alumnas les cueste concentrarse. Es necesario tener paciencia, pero por su bien ellos tienen que aprender a controlarse para aprender algo, aunque sea un poco.
Pobres, ¡qué difícil lo tienen en esta sociedad hiperactiva!
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