miércoles, 11 de agosto de 2010

Utopía

El fin de semana pasado fuimos a visitar a una pareja de amigos que viven en un complejo residencial llamado 'Los Pueblos".

"Los Pueblos" está en el centro de la península de Florida.

"Los Pueblos" es un complejo residencial destinado a golfistas jubilados que desean pasar el fin de sus días haciendo lo que más les ha gustado en la vida. Se llama asi, "Los Pueblos" en plural, porque está compuesto por numerosas villas, denominada cada una, bien con un nombre exótico de origen hispano como Santo Domingo, Buena Vista… (es interesante como todo lo hispano se convierte en exótico, en el siglo XIX para los Victor Hugos o Manets de Francia, en el siglo XX para los Americanos), bien con un nombre en honor de algún conocido golfista hombre o mujer.

Todo el complejo tiene una extensión de 15 millas de diámetro (se dice pronto), y una previsible población una vez completado de cien mil habitantes. Hay en él en torno a 30 campos de golf; cada una de las villas tiene 27 hoyos o tres campos de nueve hoyos. Las viviendas son distintas en forma y en precio. Las hay de unos 200.000 dólares y otras de hasta un millón quinientos mil

La entrada al complejo está protegida por barreras elevables. Como la carretera que atraviese el complejo es pública las barreras de entrada y salida son libres. Pero la entrada a las distintas villas que componen el complejo sólo está autorizada a los propietarios quienes disponen de una tarjeta que permite levantar las barreras que cierran la entrada.

Las calles tienen un carril expreso para los carros de golf, carros que todo propietario posee.

Cada villa tiene su propio centro de servicios: correo, centro comunitario, piscina. En los centros comunitarios de cada villa se ofrece una innúmera variedad de actividades que cubren desde la actividad física como yoga o Pilates, hasta actividades de ocio como baile de salón, juegos de mesa, clases de informática y cualquier otra que uno pueda imaginar o desear. Existen clubes o grupos para todo tipo de gusto o afinidad. Un dato curioso: hay piscinas en las que la edad minima para bañarse es de 30 años.

El complejo en su totalidad tiene dos plazas donde se concentran todo tipo de servicios: cines, cafeterías, restaurantes, tiendas, hospitales, iglesias (para todas las confesiones), bancos, inmobiliarias, oficinas de seguros, etc. Los edificios de estas plazas están construidos en diferentes estilos, pero todos ellos recordando el pasado histórico o el tipismo de países o lugares: iglesias de estilo colonial español como las que existen en Hispanoamérica, casas que recuerdan por sus porches las particulares construcciones de Key West, o fachadas de edificios típicos de los centros históricos de las ciudades americanas, como el saloon o el General Store.

“¿Cómo se gobierna este complejo?” --pregunté a nuestra amiga, que amable nos enseñaba el complejo residencial. “Esto es propiedad privada de una familia que se encarga del mantenimiento de todo.” Los residentes compran la parcela, construyen la casa según unos modelos preestablecidos y pagan unas tasas para la basura, la luz, el mantenimiento de las infraestructuras y la utilización de los campos de golf. El residente no se tiene que preocupar de nada excepto de lo que ocurre en su casa. Todo lo demás está dado.

Aquello parecía un paraíso en la tierra. ¿Para qué esperar el paraíso en la otra vida cuando se podía tener aquí en esta tierra? Todo lo que uno puede esperar o ha soñado encontrar en el cielo estaba allí. No era distinto al paraíso que los egipcios pintaban en las paredes de sus tumbas para que el “ka” disfrutase en la otra vida: campos fértiles cuidados por esclavos; cañaverales repletos de aves para la caza y río con pesca abundante; mesas preparadas con todos los manjares ansiados. Y todo ello dispuesto para el disfrute acompañado de tu amada. ¿Qué más se puede pedir?

New Harmony
La utopía de Marx hecha realidad, aunque sólo para unos pocos. También en el siglo XIX Owen, Fourier y Saint Simon imaginaron proyectos de sociedades utópicas (Owen llegó a fundar su utopía en América con el nombre de New Harmony). En el siglo XVI ya lo había hecho santo Tomás Moro. Platón antes de él en el siglo V a.C. El hombre siempre ha soñado con crear su cielo en la tierra.

Seguramente, si preguntásemos a los residentes, "Los Pueblos" lo ha conseguido. Para los golfistas jubilados de Buena Vista o Santo Domingo ésta es la última posibilidad de felicidad antes de la muerte. En este cielo la juventud está retringida porque supondría una dolorosa nostalgia y una fútil tentación para los mayores. Limpieza, orden, previsibilidad, aislamiento, paz, sibaritismo: este es el cielo en "Los Pueblos". Me recuerda el paraíso de las portadas románicas: todos los santos firmes y rígidos en perfecto orden, protegidos por el techo del cielo, pero prisioneros.

Yo prefiero el infierno de la libertad y de la solidaridad.

2 comentarios:

  1. Y yo creo que prefiero un mundo donde la gente no toma su buena suerte como algo merecido. Mi padre a menudo me hablaba de haberse merecido su retiro dorado, después de muchos años de trabajo y sacrificio. Muy bien, pero ¿qué hay de las personas que también han trabajado durísimamente durante toda la vida y sin embargo no tienen los recursos al final de su vida activa para pasar sus últimos años pegadas a un palo de golf? ¿Acaso los mejicanos que se juegan la vida cruzando el río Grande o los marroquíes que hacen lo propio cruzando el estrecho de Gibraltar merecen haber nacido en países que no ofrecen a sus ciudadanos ninguna esperanza del futuro? Probablemente cualquier víctima de un terremoto en América Central hubiera preferido nacer en un país industrializado donde los desastres naturales apenas causan daños materiales, comparado con los miles de víctimas mortales y los pueblos enteros hechos de casitas de cartón que desaparecen cuando la tierra se abre o las lluvias no cesan. Pobres de ellos. Habrán hecho algo muy malo para merecer tanta pobreza y tanta tragedia.
    Nadie "se merece" una vida mala, pero tampoco una buena. En demasiados casos ésta no es más que una cuestión de suerte. Lo que todos sí merecemos es la oportunidad de vivir una vida digna.

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  2. Estoy de acuerdo contigo. La cuestión no es que tienes derecho a disfrutar del fruto de tu trabajo, sino que todos pudieran hacer lo mismo. Lo que me preocupa es que tengo la impresión de que hemos dado por hecho la imposibilidad de hacer un mundo mejor y nos hemos contentado con la situación tal cual es.
    En teoría yo estaría dispuesto a sacrificarme si mi sacrificio sirviese para algo. Digo en teoría porque si me dices: bueno el viaje que vas a hacer a Milán el próximo febrero no lo hagas y en cambio ofréceselo a una pareja sin recursos de 60 años, entonces me lo pensaría. Me recuerda el caso del joven que preguntaba a Cristo que debía hacer para salvarse y Cristo le dijo vende todo y sígueme y el joven se entristeció.
    No sé cual es la solución

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